lunes, 6 de octubre de 2014

Ponte en mi lugar (3ª parte del relato de Infinity)

Bueno, pues seguimos con el acto III, continuación de "Corta una cabeza". Este es un poco más corto y contiene menos acción, pero espero que lo disfrutéis igualmente:

-¿Bueno, qué se le pasa por la cabeza tan sólo dos semanas antes del encuentro decisivo con su viejo archirrival corregidoreño?

-Mira… te lo voy a dejar claro. Yo no es que sea un tipo muy listo, ¿sabes? Solo soy capaz de guardar un par de cosas a la vez en mi maldita mollera. Bebe… Aúlla… Vuelve a beber… Parte a ese tipo por la mitad… No hay plan de juego, no hay frasecitas molonas. Pero sí te puedo decir una cosa, cuando el 27 de marzo acabe con ese saco de mierda, a él tampoco le cabrán demasiadas cosas en la cabeza

-Muchas gracias, señor McMurrough, sin duda la mitad que de verdad sabe vivir de la esfera humana está deseando que llegue el combate del siglo en el Aristeia Greatest of all Time, solo en pago por visión a través de tu canal favorito, Sweat, Blood and Tear Apart Channel. Señor Massacre, por favor, ¿qué le diría a esos desgraciados que tratan de piratear un espectáculo tan real y directo?

-Pues me alegra que me hagan esta pregunta. Si yo se los puedo decir, a mí estos pinches hueones me caen de cabrones. El Señor Massacre sabe que no todos los aparceros pueden permitirse pagar esos presios que hacen soñar a mi amigo Warmerc, pero compadres todos, no pasa nada por gastar en lo que a uno le gana. Ya saben, queridos amigos, el espectáculo de ver las tripas del pinche peludo solo lo verán una ves en la vida. Yo no me lo perderé, ¡ustedes tampoco deberían!


-Señor Warmec, ¿puede usted garantizar que el duelo no se verá influido de ningún modo? Nada más finalizar el anterior combate Maurice “Mad” Merovinge, que se encontraba en la esquina del señor McMurrough, acusó públicamente al Señor Massacre de haber usado un pequeño silbato de alta frecuencia con el que obtuvo ventaja durante la segunda edición de su trilogía

-Querido amigo, le puedo asegurar que en el momento de entrar al Octagon, al Señor Massacre no se le encontró ningún objeto guardado en el interior de su traje

-¿Y qué opina sobre las grabaciones de numerosos aficionados en las que se intuye cómo el luchador rebusca dentro de su propia vesícula biliar en busca de algo que después se lleva a los labios?

-Garantizo que ningún dispositivo electrónico funcionará dentro del recinto durante el transcurso del combate ni durante los descansos, en caso de haberlos, y que…

-Ya tendrás tiempo para descansar cuando me coma tu cerebro, hijo de puta

-Oh, por el amor del padre, tu mamá sí que se lo comí a tu perra mamá
-¿Cómo? ¡Repite eso!

-No más lo repetiré dentro de 2 semanas, en el Sembene Arena a las 12 de la noche. Cómprale la entrada a tu padre, hueón, que a tu madre ya la invita el Señor Massacre

-¡RAAAAARGH!

-Oh, Dios mío, McMurrough y el Señor Massacre acaban de enzarzarse en una pelea y han cogido al pobre WarMerc entre medias. ¿Por favor, dónde narices está la seguridad? ¿Por qué todos los promotores tienen la manía de ponerse entre dos asesinos confesos cuando están a punto de enfrentarse? Oh, seguro que ese implante era caro, pobre hombre, hasta me da pe…


Face cerró la pantalla de la conferencia de prensa con un sonoro bostezo en unos labios gruesos que no eran los suyos, le escocían los ojos después de 13 horas de guardia seguidas. Observó aquel reflejo ajeno en la superficie de la pantalla de su Comlog y descubrió que uno de sus iris mostraba preocupantes fluctuaciones de color, parecía que no se adaptaba bien a la coloración parda del dependiente de la tienda de tatuajes. Estudió las motas ambarinas que aparecían y desaparecían en su ojo a cada parpadeo. Con un índice regordete y surcado de tatuajes se golpeó el globo ocular prostético, sabiendo de antemano lo inútil que resultaría. Face era un hombre metódico, entusiasta de la mímica y la psicología. Verónica Falco lo había reclutado de una compañía teatral no hacía ni dos años, pero el acceso a fondos militares y a prostéticos casi imposibles de conseguir de otro modo lo había hecho emprender un camino que pocos entre sus cofrades querían recorrer. Su dermis al completo había sido reemplazada por una sintética, cuya masa, forma y color podía cambiar a voluntad. La mayoría de sus órganos habían sido reemplazados por contrapartidas robóticas miniaturizadas con el fin de sufrir menos trastornos durante cambios de cuerpo agresivos, algo parecido le pasó a sus huesos. El chip logitizador instalado en su hipotálamo tamizaba todas sus respuestas y descomponía la realidad en meros datos para poder estudiarla de una forma más completa. Face no se reconocía como un ser vivo, se sentía un artista, un alma escindida del todo, y aceptaba esa condena con sumo gusto. Por eso la observación de un hecho tan genuinamente humano como golpear un aparato defectuoso lo había dejado maravillado, sentado como estaba detrás de un mostrador costroso y observando el rótulo de neón menos atractivo del mundo. TALENTOS brillaba a intervalos amarillos, rojos y azules a través de los barrotes acristalados y las fotos de exuberantes cuerpos pintados con cierta habilidad, pero con muy dudoso gusto. Durante su guardia había estado estudiando todos los diseños que pudo encontrar, muchos de ellos pintados directamente sobre el cuerpo del individuo al que estaba suplantando. Obadiah Acarios no era nadie, no tenía números de teléfono guardados en su memoria, ni direcciones, nada. Un enorme agujero en blanco que rellenar con puro talento. Echó mano de todos los vídeos guardados en el circuito cerrado de cámara y lo que no pudo extraer de ahí lo completó usando sus bancos de memoria sobre perfiles similares. El tipo era un don nadie con una extraña pasión por la caligrafía y era ignorado por el propietario de la tienda y los dos artistas en nómina, un lienzo sobre el que un gran actor podría construir una obra compleja y precisa como un reloj.

-Menos mal que me arreglaron ese anulador de empatía hace dos semanas . Menuda depresión de vida, mr. Acarios

Se levantó de su puesto y descorrió la cortina de la trastienda. La figura atada a la silla levantó la cabeza en su dirección por encima de la moradura que cubría su pómulo izquierdo.

-¿Necesita algo, señor Tezuna? Asienta si es así

El pequeño tatuador no hizo ningún gesto, más allá de mirarlo con un odio creciente y una respiración profunda, como si fuese un toro en miniatura listo para cargar. Un pequeño toro samoano con un brazo roto

-¿Tiene alguna nueva información que aportar sobre el señor Boskovich?- Face esperó unos segundos y continuó con el formulario como cada hora desde que el pobre Hugo Tezuna entrase de la mano de una mujer sobre las 2 de la mañana

-¿No? Bueno, ¿y sobre el señor Carbonell? Cualquier información sería bienvenida, ya lo sabe

Nada, Tezuna seguía ahí goteando sangre sobre su propia camisa de lino a través de una pequeña brecha en la frente que se había hecho cuando el operativo le retorció el brazo y lo estampó contra el mostrador. Su acompañante había salido corriendo y Face tuvo que neutralizarla usando una pistola aturdidora. Ahora se encontraba tumbada en el suelo detrás del artista detenido

-Quiero que sepa que su actitud no le beneficia lo más mínimo, y que no solo los brazos se rompen. Espero que pueda descansar, lo visitaré de nuevo en una hora.

Face corrió la cortina de nuevo y volvió a su puesto detrás del mostrador. Pocas cosas quedaban por hacer a las 6 de la mañana aparte de aburrirse mortalmente siendo un dependiente gordo y tatuado dentro de una tienda de tatuajes cerrada, recostando los 36 años pésimamente llevados del difunto Obadiah Acarios en un taburete del que le colgaban las piernas.
Ensimismado en su propio drama ficticio recibió la llamada de la sargento Falco, en código encriptado y con alta prioridad.

-Puesto de observación en el centro de tatuaje Talentos, al habla Face

-¿Clave?

-Wisdom 6 echo

-Face, vamos para allá. ¿Algo de lo que informar?

-He tomado como prisioneros a Hugo Tezuna, 28 años, ciudadano de la Nación Nómada residente en esta misma nave, empleado de este mismo centro como tatuador, y acompañante

-¿Alguna información relevante que aportar?

-Por ahora nada, sargento

-De acuerdo. Llevo a Clancy para allá. Comenzaremos el interrogatorio en el mismo local de tatuajes

-Pero no está asegurado, Verónica

-Es una orden

-Recibido. Si no necesitas nada más, cortaré la trasmisión

A Face no le dio tiempo a cerrar la pantalla en el Comlog. Verónica Falco siempre había sido sumariamente expeditiva en todas sus acciones. Siempre parecía tener un plan más grande preparado, y que todo aquel con el que interactuase le era útil en tanto y cuanto pudiese obtener algún beneficio de él. Al operativo encarnado en forma de un gordo dependiente tatuado de 36 años le encantaba guionizar las vidas privadas de aquellos compañeros tan extraños. En sus ficciones la sargento corregidoreña desempeñaba un papel mucho más pasivo al lado de un delicado diseñador de perfumes, en una de aquellas casas doradas del sector arábigo, probablemente tratando quedarse embarazada sin éxito a pesar de los violentos intentos que llevaba a cabo sobre el banco de trabajo de su marido con el feroz marchante de antigüedades que vivía dos calles más abajo. Ahhh, las vidas eran más divertidas cuando él se encargaba de vivirlas por sus actores.

Inmersos en tales fantasías, los ojos de Face se posaron mansamente sobre las motas de polvo que, desahuciadas de sus escondites tras el intenso escrutinio al que Nadalee y Crank habían sometido aquel lugar, flotaban inertes dejando que el azar las guiase a un nuevo destino. Mientras los fotorreceptores del operativo registraban la información redundante de los vuelos  ingrávidos, su chip logitizador empezó a descomprimir archivos y más archivos almacenados al azar en su memoria. Este método de escrutinio azaroso había permitido a Face revisitar  escenas pasadas y establecer puentes de causalidad entre situaciones aparentemente independientes. El vuelo de datos, separados y clasificados en olores, sabores, imágenes, sonidos, fluía atropelladamente por su cerebro, agolpándose y estirándose como una corriente salvaje. Un reguero de información susurrante, dirigida hacia el embudo que formaba su unidad escrutadora, que introducía sus propias redes de lógica donde los datos que pudiesen guardar un mínimo grado de similitud con la palabra matriz quedaban atrapados. Toda la información sobrante era entonces redirigida hacia la corriente de memoria, mezclándose y combinándose en formas totalmente aleatorias para volver a pasar de nuevo una y otra vez por  el filtro que había definido antes de liberar todo el caudal de registros
"Verónica" la palabra matriz brillaba, separándose en hebras de pura luz blanca, que formaban una red preparada para captar solo aquellos recuerdos que tuviesen que ver con aquellas 8 letras. El nombre de un carguero Panoceánico, olor a cuero, el sonido de un seguro al liberarse, sensación de prisa, sensación de seguridad, otra vez sensación de seguridad, olor a pólvora... no, olor a cordita, olor a Paradiso, olor a la planta Bealaria sobre un balcón de Ravensbrucke. Face, suspendido encima de todo aquel remolino de  datos, percibió cómo la red iba modificándose según nuevos datos cada vez más relacionados entre sí formaban una pequeña aglomeración en uno de los puntos de la red. La imagen metafísica del nombre Verónica comenzaba a deformarse en el final de su última letra. Aquella A comenzaba a desdibujarse, una cadena  formada por gruesos eslabones surgía de ella, de un punto situado en el 2 de enero del año pasado. No podía ser, aquella fecha comenzó a atraer aún más recuerdos de Ravensbrucke. El caudal empezó a descontrolarse, la pequeña red de Verónica se había hinchado y deformado, dando lugar a nuevos conceptos relacionados. Verónica ya no era Verónica, ahora era Verónica el 2 de enero en Ravensbrucke, era la primera misión de Face como coordinador en jefe de la operación, era esa cadena de gruesos eslabones que acababa... Acababa, sin duda, ¿pero acababa hoy? ¿Por qué estaba hecha de lecturas cardíacas? Todas eran extrañamente uniformes. Pero, si eran registros de combate, ¿no deberían presentar picos de contacto con el enemigo? ¿Por qué esas lecturas solo pertenecían a Verónica? Al final de la cadena se formó otro pequeño cúmulo, la palabra había atraído recuerdos aparentemente inconexos, había atraído humo azul y amargo, había atraído risas roncas, había atraído maldiciones, había atraído sangre y, de repente, se rompió. Toda la cadena lógica se había colapsado cuando la mente de Face trató de tocarla. Verónica, la cadena, Ravensbrucke, solo, las 4 palabras habían quedado irreconciliablemente unidas en un solo punto, que estalló antes incluso de que los augmentados procesos lógicos del operativo pudieran acercarse a ella. Tenía algo, tenía algo gordo

Ese fue el pensamiento de Face cuando recuperó la conciencia y se encontró sangrando, atado a una silla de largas patas. Era una silla de trabajo, la había visto en una infinidad de laboratorios. La conciencia de su propia sangre brotó de su sien derecha, menos mal que las señales de dolor estaban siendo archivadas rápidamente por el...

-¡Aaaah!

El golpe de dolor llegó en cuanto su mente le dio vida. El maldito chip logitizador había estado almacenando la información que captaban sus sentidos sin alertarlo de que había sido reducido. Se habría olvidado de desactivar el modo silencio. Maldita sea, maldito estúpido. Ya pensaría en ello luego. Abrió el archivo de los últimos minutos, vio una cara de hombre cabra delante de él, un violento cabezazo, sensación de sentirse arrastrado, una puerta que se abría, que no emitía ruido, pero que dejaba libre un aire enrarecido y con olor a etanol. Se sintió bajar, el cambio de presión, ligerísimo, el cambio de temperatura, una temperatura artificial, 25 grados, temperatura de laboratorio. Vio otra vez el rostro de la cabra, acompañado de otra cara, la de un hombre viejo, de pelo largo y nevado, gafas enormes. ¿Quién demonios necesitaba gafas en aquellos tiempos? Vio la cara de experto valorar la herida, pero también vio el brillo en los ojos de aquel hombre cuando los puso sobre la extraviada mirada del operativo. Vio una comprensión completa de toda la situación. Doctor, lo había dicho la cabra. Una cabra gigante, humanoide a juzgar por la forma en que lo había arrastrado, ató cabos rápidamente. Un experto en biomecánica, ingeniería genética también, muy probablemente, olió el aliento de aquel ser monstruoso

-Jesaja, querido

-Sí, doctor

Face logró recuperar el control de sus ojos y por fin pudo ver más allá del punto indeterminado en la oscuridad que se hallaba ahora delante de él. Notó la fuerza de los halógenos caer concentrada sobre si mismo. No podía ver mucho más allá, se encontraba deslumbrado, pero entrevió un pequeño laboratorio abarrotado de probetas, de aparatos zumbantes parecidos a cubetas de cría a rebosar de un líquido burbujeante. ¿Podría ser?

-Parece que nuestro amigo ha salido del laberinto, querido, ofrécele un poco de agua

-Sí, doctor

-Muchas gracias, doctor Boskovich

-De nada, hijo. Parece que ese chip logitizador funciona bien, ¿verdad?

Face percibió el olor del monstruo, que portaba en unas enormes manos dos copas de cristal finísimo y una jarra de agua helada. Observó el temblor del sabio anciano mientras agarraba la copa y se la llevaba a los labios. Observó la ¿preocupación? en un rostro de cabra. Saboreó, inconfundible, aquel agua aséptica resbalando por su garganta.

-Gracias

-No hay de qué, muchacho. Fantástica capacidad de mimetización. Has copiado al pobre, Obadiah a la perfección.

-Gracias de nuevo, doctor

-Deduzco que has renunciado a gran cantidad de tu cuerpo original para llegar a tal nivel

-Deduce usted bien

-Jesaja, querido, prepara un emplaste para esa herida. Creo que te has pasado un poco liberando ese entusiasmo tuyo

-Sí, doctor. Jesaja es malo. Jesaja lo arrepiente. Jesaja pide perdón

-Estoy orgulloso de ti, amigo mío

Face asintió levemente con la cabeza mientras el doctor colocaba aquel apósito repleto de pequeñas nanomáquinas sobre la herida abierta en su cabeza y la bestia se colocaba en un rincón de la habitación, fuera de los focos. Aunque por el olor dedujo que debería ser su lugar en aquel laboratorio

-Bueno, querido, creo que lo más cortés sería dar alguna explicación

-Doctor Boskovich, siento decirlo, está usted detenido por crímenes contra la nación Nómada
El doctor dejó caer unos párpados enormes y arrugados mientras exhalaba un entrecortado suspiro.

-Ah… deseé que esto no llegase a pasar nunca. Lo deseé tan profundamente…

Desde el fondo de la sala, la fenomenal bestia llamada Jesaja bufó sumida en la oscuridad. Face no reaccionó. Había algo en aquel viejo ser, vestido con una impecable bata blanca. Terriblemente encorvado a pesar de que parecía haber sido muy alto, las manos finas y temblorosas acariciando su cuadrado mentón, perfectamente rasurado. Un aparato, de audición muy probablemente, detrás de una oreja grande. En la esfera era difícil precisar la edad de cualquier individuo, ya fuese simplemente por la distinta presión gravitacional de los diferentes planetas, o de sus condiciones climáticas, o… Pero el doctor parecía extrañamente reacio a aceptar cualquier modificación sobre  su propio ser, aunque la presencia de su antropomórfico guardián lo distinguía de todos aquellos fanáticos integristas.

-Verás, querido. Sé que la justicia de los hombres rueda a una velocidad diferente a la de la ciencia. No espero que ningún hombre corriente lo entienda, aunque creo que tú estás más capacitado para acercarte al conocimiento de lo que quiero expresar. Soy un hombre iluminado, hijo, iluminado, a mi pesar.

-Cuénteme más, doctor. Los hombres inferiores odian a los grandes cuando no alcanzan a oír sus pensamientos

El doctor atrajo hacia sí otro taburete, no sin esfuerzo. Se encaramó a la estructura metálica y miró directamente a los ojos de Face. Una mirada insegura, temerosa, pero a la vez insuflada en un sentimiento de absoluta falta de culpa.

-Bueno, por donde empezar... Coincidirás conmigo en que muy pocos momentos en la historia han visto tales prodigios como los que vemos hoy en día. Diría que solo hubo dos en toda nuestra existencia que se puedan comparar al presente

El doctor bebió otro trago de su copa de cristal. Observó el grabado en la base de cristal un segundo y lo recorrió con el dedo mientras tomaba aire para continuar con su discurso

-Los griegos, hijo mío. Los griegos crearon al hombre. Lo desnudaron ante un mundo hostil, bello, ajeno. Le entregaron el miedo como anhelo de vida y lo lanzaron a una carrera en la que era al mismo tiempo cazador y presa

El operativo seguía observando atentamente al viejo sabio mientras su cerebro activaba un pequeño emisor de señales de socorro

-Entiendo.

-Formularon el mundo, querido, crearon el sujeto y el método casi al mismo tiempo, sembraron los límites de lo humano. Unos límites que no fueron sino cargados sobre las espaldas de los hombres posteriores, casi como si fuesen el viejo Atlas, irguiéndose unos centímetros más con cada nuevo intento a costa de indecibles sacrificios. Tardaron casi 2000 años en liberarse de esa carga

-¿Cómo?

-La máquina herramienta, ¿qué si no? El escudo y la espada de ese hombre desnudo. Ahí seguía, totalmente desnudo, expuesto, pero cada vez armado con armas más grandes. Fábricas, molinos, telares, trenes. Todo reflejo de un ansia de poder, basta, desmadejada, pero implacable en su miedo, y en su consiguiente furia

-Tenemos un hombre, pues, armado

-Claro, querido. ¿Y qué haría un hombre desnudo, asustado y armado?

-¿Emprender una conquista? Huir hacia delante de su propio miedo

El doctor sonrió cansado. Su sonrisa torcida enfrentada a las lágrimas que asomaban por sus ojos. Unas lágrimas que a Face le parecieron las de un sabio consciente de su propia impotencia

-Sí, conquistamos aquello que nos había esquivado desde que abrimos los ojos por primera vez. Conquistamos el cielo y las estrellas

-Pero seguíamos desnudos

-En efecto

-¿Y entonces? ¿Qué hace a este momento comparable a esas dos épocas anteriores?

-Que hemos decidido vestirnos. Pero nos están tejiendo una mortaja

-¿Qué?

-No preguntes qué. Pregunta quién

El doctor, parsimoniosamente, fue desabotonando su blanca bata. Agarró el cuello de su avejentada camisa y repitió la operación, casi más lentamente, revelando un símbolo tatuado en su apergaminada piel. Un símbolo desdibujado por el paso del tiempo, no más grande que un puño, pero aun así rápidamente reconocible.

À


-Aleph…

3 comentarios:

  1. '' Una mirada insegura, temerosa, pero a la vez insuflada en un sentimiento de absoluta falta de culpa'',''pero aun así rápidamente reconocible...''

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  2. Aleph... Esos son los de Aquiles, Patroclo y tal, no? Esos me gustan. Buena pieza, algo complicada de seguir, pero muy bien redactada.sigue así. Solo hay una duda, si te refieres a conciencia o conSciencia...

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  3. Aaaah... Maldita esa s bailarina. Muy bien, sí señor, se nota que te lo has leído XD

    Y toda buena historia de Nómadas tiene que pasar por Aleph, claro está

    Muchas gracias por el esfuerzo a los dos, os lo agradezco mucho ;)

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